miércoles, 14 de octubre de 2009

Una rosa entre las manos.

Últimamente me ha dado por pensar que es la vida, como tengo pocas cosas que hacer (notese la ironía)... he deducido que la vida es como un largo camino que no va siempre en línea recta, que además tiene baches, obstáculos. A veces te encuentras volviendo siempre al mismo sitio perdida... pero hay cosas que suceden sin un porque y a veces la vida te sorprende y en un solo instante todo cambia. Esta es una de esas historia.
Una rosa entre las manos.

Elisa estaba sentada en mesa de un pequeño bar, abarrotado de gente en la Plaza Mayor de Madrid, a través de los cristales podía ver la lluvia caer, así como caía sobre ella como una losa esta época de Navidad que tanto odiaba llena de una hipócrita alegría consumista y de unas obligatorias reuniones familiares. En este momento no le importaba nada y mucho menos la Navidad, se encontraba frente a un cigarrillo que se consumía en el cenicero y a un cuaderno con una hoja en blanco para escribir lo que le ocurría, lo que sentía pero ese era el problema que por mucho que le dijese su terapeuta ella no sentía nada y tampoco tenia ganas de hacer nada.

Su mirada perdida vagaba por el local observando. Había un pareja haciéndose arrumacos, unos niños jugando mientras sus padres celebraban cerveza tras cerveza la navidad, y un hombre grosero que la observaba lascivamente mientras se emborrachaba solo en la barra.

De pronto sus ojos chocaron con otros ojos intensos que la observaban desde la puerta del bar y algo despertó en su interior mientras le embriagaba aquella sonrisa, la silueta de una chica se fue dibujando mientras se acercaba hacia donde Elisa estaba sentada (pensó que buscaría a alguien que estaría sentada detrás) pero al llegar a su mesa tropezó y dejo caer una rosa azul que llevaba en sus manos, Elisa se levanto a ayudarla y ella agradecida le regalo la rosa, Elisa se ruborizo pero la invito a sentarse, Nerea se sentó y comenzaron a charlar de mil y una cosas, el tiempo pasaba y se sentían flotar, con una extraña comodidad cómplice, en un momento dado por debajo de la mesa el leguaje de las palabras dio paso a un leguaje de caricias enrevesado, intimo y distinto, mientras un rubor coloreaba las mejillas de Elisa.

Trás un beso cálido y fugaz decidieron marcharse, caminaban como hechizadas, envueltas en una leve bruma salieron sin pagar mientras creían oír música de violín de fondo.

Fuera, la lluvia se había convertido en una bonita nevada de Navidad, al salir a la plaza Mayor chocaron con un chico encantador que las deleito con una linda melodía y en ese momento Elisa se acerco a uno de los puestos donde un Papa Noel de juguete con una vela en la mano cantaba un villancico, lo miro enternecida y después miro a Nerea dulcemente y ambas se fueron juntas.

Con el tiempo ambas descubrieron sus secretos más preciados y compartieron momentos inolvidables, pero como todo lo que empieza puede acabar, este extraño amor vio su final una mañana en que Elisa despertó sola entre unas sabanas frías y vacías, pero mirando en torno suyo se dio cuenta de que ya no le importaba estar sola porque sabia que ya nunca lo estaría porque había recuperado lo mas importante, la ilusión y la confianza en si misma, y en ese mismo momento decidió que debía marcharse, nada le ataba aquí y estaba cansada de Madrid, necesitaba cambiar de aires y empezó un viaje que acabo en Santander donde Elisa empezó de cero, una nueva vida y sobre todo una vida distinta.

Una tarde de Agosto sentada en la playa, a las 20h de la tarde, que es el mejor momento para ver el atardecer en la playa del Sardinero, arropada por la suave brisa llegada de las montañas de la tarde cuando el sol rojizo se empezaba a confundir con el azul turquesa del mar, una silueta se fue dibujando mientras alguien se acercaba hacia ella con una rosa azul entre las manos.

23 de Enero del 2003

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